La F-1 siempre es un escenario amigable para las estrellas. Su fuerza de gravedad es tan potente que atrae a las más grandes, sin importar el ámbito donde brillen. Actores, músicos, compositores, productores, directores de cine, mediáticos, influencers y deportistas de elite son habitués invitados en los boxes de los equipos. Todos quieren ser parte del llamado “gran circo”.
El pasado lunes 29 se cumplieron 20 años de la muerte de uno de los músicos más importantes del siglo XX: George Harrison. Sabemos que fue parte de Los Beatles y que compuso canciones inolvidables que quedarán sonando en el inconsciente popular mundial para toda la eternidad como Something, Here Comes the Sun y For You Blue, solo por nombrar algunas. Pero lo que pocos saben, es que era fanático de la F-1. En 1955, cuando tenía 12 años, fue a su primer Gran Premio para ver manejar a sus ídolos: Sterling Moss y Juan Manuel Fangio. Fue tanta su pasión que empezó a estudiar (de manera autodidacta) mecánica y unos años más tarde cumplió su sueño de manejar un auto de F-1: un Lotus 18 de 1961, similar al usado por Sir Moss en aquel año.
En 1963, cuando tenía 20 años, el éxito de Los Beatles lo llevaron a tener giras por todo el mundo y esto le complicó presenciar las carreras. Sin embargo, Harrison contó que le pedía al manager de aquel entonces, Brian Epstein, conseguir los resultados para mantenerse informado. Cuando Los Beatles se separaron, pudo volver a los autódromos y de a poco comenzó a forjar relación con algunos pilotos. En los 70´s ya era cercano de Graham Hill, Jim Clark, Jackie Stewart, James Hunt, Nikki Lauda y Emerson Fittipaldi. Con este último forjaron una amistad que trascendió las carreras.
En 1979, Harrison sacó el single “Faster” y el video oficial fue con imágenes de carreras de la máxima categoría. La letra dice: “él es más rápido que todos, más rápido que el parpadeo de un ojo, como un destello, podrías extrañarlo mientras pasa”. Si bien, el ex Beatle quiso quedar bien con sus amigos y se la dedicó a “todos los pilotos de F-1”, siempre se creyó que estuvo inspirada en el brasileño Fittipaldi. Pero no fue la única. El mismo Harrison contó que le preguntó a Lauda, que en ese momento ya era campeón del mundo, como se relajaba después de las carreras y el piloto austríaco le dijo: “escuchando música”. Esto sirvió de inspiración para la llegada de “Blow Away”, una hermosa canción que tenía como propósito que los pilotos en su tiempo libre, pudieran disfrutar y relajarse.
A mediados de los años 80 su pasión fue más allá y empezó a ayudar económicamente a una de las promesas del automovilismo europeo en sus comienzos. Era el hijo de su amigo Graham llamado Damon Hill. En aquel entonces, el pequeño piloto británico daba sus primeros pasos en la F-3. Una década más adelante, en 1996, Hill se consagró campeón de la máxima categoría. En sus primeros agradecimientos aparece “su beatle salvador”.
El último Gran Premio que Harrison vio fue Montreal en el año 2000. Algunos meses después y por un severo cáncer, murió. En sus últimas visitas al paddock, le preguntaron: “¿qué es lo que más te gusta de la F-1?”. Y respondió: “las largadas de las carreras me generan en el estómago la misma sensación que tenía cuando subíamos a un escenario”.